Fabricio
Capelli nació en San Rafael, Mendoza, en 1972. Participó en 2002 con poemas y
relatos breves en la publicación colectiva Tierra
Mística. Con el grupo La Secta Literaria publicó Críticas para sacudir una aldea (artículos de opinión, 2003), polhýbrido (poesía y relato breve,
2003), pOESÍA rOSCA (poesía, 2003), Volumen
#uno (CD de poesía recitada, 2004), oscuRamento (poesía y cuentos, 2004), urnaboRRagia (poesía, 2004), Manifiesto de la Neovendimia (manifiesto
estético y social, 2005) y Brevancias
(cuento breve, 2005).
En
2005 publicó La Belleza del Mal (poemas
y relatos breves). Codirigió la revista Mariposas
Negras (San Rafael, Mendoza) y formó parte del Consejo Editorial de la
revista Álgebra y Fuego (Campana, Bs.
As.).
En
2009 fue seleccionado para formar parte de Promiscuos
& Promisorios, antología de la poesía en Mendoza para el siglo XXI y
escribió el guion del corto cinematográfico La
era de los milagros, en el cual también participó como co-director.
En
2013 publicó su segundo libro de poemas: Los
perros mecánicos.
* * *
El perro matemático
Si
pudiera encontrar una ecuación
para
explicar el universo
se
desespera el perro matemático
presa
del insomnio
los
ojos desgastando el techo
las
uñas rasgando las sábanas.
De
existir la ecuación
debería
ser de tercer grado
se
convence el perro matemático
presa
del triángulo
de
la tercera proporción
rozando
el desvarío místico
para
que la solución a la ecuación
sea
nada más y nada menos
el
padre, el hijo y el espíritu.
Sin
fallas racionales
bendecido
por lastres doctrinarios
y
la ingesta desmedida de hostias rancias
se
desvela el perro matemático
y
comienza a cuadrar la ecuación
con
pi, gama y potencias
la
derivada del triángulo
una
integral del número e
y
de nuevo un pi y la potencia
de
un número imaginario.
Mastica
las variaciones
reordena
tres veces (no se permite más)
los
símbolos sagrados
ajusta
tomándose licencias
factores
de conversión
y
logra al fin
después
de esa noche
y
otra noche de insomnio
la
inmaculada ecuación.
Recorrido
el primer tramo
se
aboca a resolverla
convencido
de que el padre y el hijo
se
ocultan entre un pi y un gama
y
que el espíritu
de
naturaleza más etérea
va
a manifestarse
en
el número imaginario
para
iniciar matemáticamente
un
proceso rectilíneo
que
conduzca a un fin redentor
y
que le dé sentido
a
todo lo precedente.
Divina
la sorpresa del perro matemático
cuando
la ecuación de tercer grado
le
revela soluciones vaporosas
e
inesperadas.
La solución de segundo grado
El
padre le pregunta al hijo: ¿dónde está el espíritu? En el
tercer
vértice –responde el hijo– de este triángulo escaleno
que
nos vincula. Buh –resopla el padre– me dices que está en
el
tercer vértice para que yo piense que puede haber un
cuarto,
y que el triángulo quizás no es triángulo, sino
rectángulo.
Pero yo sé muy bien que es un triángulo, así que
no
me cuentes mentiras.
La solución de quinto grado
Tres
espíritus
unos
sobre otros
sentados
en una silla
fuman
habanos
y
rezan.
El
hijo y el padre
en
mi cabeza
se
dan la espalda.
La solución de único grado
Un
disparo.
De
pronto
una
bandada de iglesias
levanta
vuelo.
La solución vertiginosa
El
padre, el hijo y el espíritu
desconfían
del
movimiento circular
del
perro que se muerde la cola.
La solución divergente
El
padre, el hijo y el espíritu
sentados
a la misma mesa.
Cada
uno de los tres
evita
la mirada
de
los otros dos.
En
un vano intento mental
de
encontrar significado
donde
no reside ni siquiera
lo
improbable de lo probable
se
horroriza el perro matemático
al
sospechar que ese conjunto
de
soluciones inesperadas
determinen
las consecuencias
de
suposiciones y principios
cuyo
origen no resida
en
una divinidad matemática
sino
en los perros mismos.
Si
se pudiera encontrar la verdad
en
un enunciado perfecto
si
se pudiera encontrar un modelo
de
iteración armoniosa
poniendo
en marcha mecánica
determinado
algoritmo
(se
ilusiona el perro matemático)
que
como una receta mágica
regale
como respuesta
el
sí del hijo y el padre
el
sí del espíritu invisible
en
axiomas fundamentales
como
un guiso cocido de antemano
lleno
de revelaciones y milagros
lleno
de sofismas y crueldades
que
no requieran otra destreza
más
que un perro matemático
que
los maneje con dominio.
Pero
como perro que conoce los límites
sabe
que los sistemas matemáticos
por
más complejos y elaborados
contendrán
enunciados
que
no pueden ser demostrados
que
no pueden ser refutados
dentro
del mismo sistema.
Y
de pronto comprende por fin
el
significado real de las soluciones
y
le agradece a esa divinidad
tan
perfecta y misteriosa
que
no se revela inmaculada
sino
camuflada
sino
vaga
sino
misteriosa
sino
incompresible
en
el tipo mecánico de respuesta
que
prefieren inventarse los hombres.
El portador del loto
Y
si ladras por mi fortuna
lleno
de espuma el hocico
mi
felicidad como contraste
te
hace mostrar los colmillos
te
doy mis ojos
la
costra sarcófago
con
la que vine al mundo
mis
llagas del paladar
¡ese
ladrido que tanto anhela!
¡ese
ladrido que tanto explota!
Y
aun así sigues
llorando
por mi fortuna
lleno
de moscas el hocico
en
serio te doy mis dientes
mi
mugre combinada
con
los muebles de la casa
te
doy mi cumpleaños
mi
cuarta herida narcisista
la
estatua de mi estatua
mi
testículopérez
mi
testículocapelli
el
abismo entre el otro y yo
la
cercanía entre yo y el otro.
Y
si luego de mi despojo
quedo
desnudo y asexuado
abandonado
en el campo
como
el juguete de un niño muerto
te
doy hasta el sudor sin vergüenza
la
paz doméstica de mis burros
mis
espacios anecuménicos
donde
la sola contemplación de la alameda pétrea
es
mi mayor tesoro.
Te
doy todo lo que hace a un hombre.
Y
reducido a la anatomía de un niño
recorro
con la vista los campos virginales
y
aprendo a correr de nuevo
con
la inocencia en el cuerpo.
Pero
miren ustedes
maldito
perro codicioso
poseedor
de mi fortuna
de
mi felicidad luminosa
contrastada
con su avaricia
arrastrando
al lomo una bolsa
llena
de mis ojos pestañados
llena
de mis dientes nacarados,
miren
cómo el perro
no
deja de codiciar a lo lejos
a
esa nube zumbona de moscas
en
la que se esconde el destino
no
deja de mirar hambriento
lleno
de garrapatas el hocico
llena
de ganas la saliva
mi
silueta de niño desnudo
que
aprende a correr por el campo.
(de
Los perros mecánicos)
No hay comentarios:
Publicar un comentario